miércoles, 14 de octubre de 2009

PREGÓN FERIA DE CÁDIAR - 2009

Fuente: e-mail
 

Buenas noches

Me van a permitir que antes de comenzar el pregón, les recuerde a los que ya conocen y narre a los que no, la anécdota del "Obispo y las campanas" y después les diré el por qué.

Antiguamente, cuando el Arzobispo venía a los pueblos de visita pastoral o a oficiar las confirmaciones, salía todo el mundo a recibirle. A los niños nos sacaban de la escuela  con banderitas de papel que se hacían para el evento, colocados en dos filas dejando un pasillo central por el que pasaba el coche del Arzobispo hasta la puerta de la Iglesia, donde le esperaban las autoridades, y bajo palio lo llevaban hasta el altar mayor. Se sentaba en el sitial y el párroco se subía al púlpito para decir el sermón de bienvenida.

Había muchos repiques de campanas y tirada de cohetes.

En una de las ocasiones que el Arzobispo estaba haciendo visitas pastorales, llegó a un pueblo que no fue éste. Venía muy cansado, pues había hecho varias visitas en poco tiempo, y como siempre, estaba casi todo del pueblo en el recibimiento, incluidos los niños con las banderitas. A diferencia de otras veces, todo estaba silencio, no se oía ni una mosca.

Llevaron al Arzobispo hasta el altar mayor. El cura se subió al púlpito y dijo: "Se habrá dado cuenta Vuestra Excelencia que aunque el recibimiento haya sido multitudinario, no ha habido repique de campanas, ello ha sido debido a cinco o seis motivos. El primero, porque no tenemos campanas". Le interrumpió el Arzobispo, que como ya hemos dicho antes venía muy cansado, se levantó y le dijo: Ahórrese usted los otros cinco motivos, que con ese tengo bastante.

Ahora les voy a explicar por qué cuento esta anécdota...

Cuando la Comisión de Fiestas me propuso que yo dijese el pregón este año, les respondí que no, que de ninguna de las maneras y ello fue por cinco o seis razones, la primera porque yo esto no lo sé hacer bien, y como dijo el Arzobispo, están sobrando las otras cinco.

Tanto ha sido el pánico que he tenido siempre a hablar en público que en los cursos de perfeccionamiento que nos daban a los funcionarios, muchas veces tenía dudas y no las preguntaba por no hablar.

A pesar de todo ello finalmente estoy aquí, por un lado porque hubo personas que me insistieron y a las que yo no debía decir que no, y por otro consideré que era un feo grande que le hacía a la Comisión de Fiestas, ya que habían tenido la deferencia de acordarse de mí y proponerme para que fuese el que pronunciase el pregón este año, por lo que decidí hacerlo saliese como saliese.

Como considero que me han elegido por mi trayectoria laboral en el Ayuntamiento, voy a limitarme a compartir con vosotros algunas de mis vivencias como funcionario, y hablar un poco de las fiestas, procurando no extenderme mucho para no aburriros y que las reinas que están esperando para su coronación no se pongan más nerviosas.

En el año 1971 fui contratado como auxiliar administrativo cobrando tres mil quinientas pesetas al mes, aprobé la plaza en 1976 mediante oposición y ascendí a administrativo en 1983.

Mi principal tarea era la atención al público y otras meramente de tramitación, aunque en ocasiones incluso tenía que hacer de taxista, pues uno de los compañeros padecía una mala enfermedad, y le era muy molesto viajar en el coche Alsina. Me encargaba de llevarlo al Hospital y de reporte tenía que traer el cloro para las aguas potables.

Reconozco que muchas de estas cosas no me pertenecía hacerlas, pero se me mandaba de buenas maneras, y sarna con gusto no pica.

Además de los trabajos de auxiliar, tambien me asignaron la Secretaría del Juzgado de Paz, cargo que desempeñé durante diecisiete años. Había que colaborar en los levantamientos de cadáver, que tan desagradables eran, y alguno noche hasta cuatro, teniendo que asistir incluso a algunas autopsias.

Durante el tiempo que he estado trabajando de funcionario, lo normal hubiese sido tener dos o tres Secretarios y varios Alcaldes. Estuve con diez Secretarios y cinco Alcaldes, y es que algunos Alcaldes debían ser tan buenos que les pasaba como a las pilas "Duracell", duraban y duraban.

El primero fue Cándido López, alcalde muy criticado y con gran número de vecinos en contra, pero para mí uno de los mejores. Caballero y maestro en sus actos, siendo el único Alcalde que ha desempeñado el cargo de Diputado Provincial durante varios años. Se hacía respetar respetando.

Las obras de construcción que dirigió fueron muchas y según algunos arquitectos e ingenieros que han venido recientemente, era una pena tener que sustituir las redes de agua y alcantarillado que se ponen actualmente, por las que él hizo, ya que estaban muy bien hechas.

Después llegó Juan Miguel. Han sido muchos los años compartidos con él y muy felices, en ellos se convirtió en un amigo.

Durante las legislaturas que estuvo, realizó numerosas obras, algunas muy importantes, pero eso no lo es todo. También escuchó y ayudó a todas las personas que se lo solicitaron, sin mirar nunca ideologías e intentando no perjudicar a nadie. Trataba siempre con el mejor de los agrados. Todos tenemos virtudes y defectos, en él prácticamente todo eran virtudes, favoreciendo a todo el que acudía a solicitar ayuda. Solo podría ponerle una tacha, aunque pueda considerarse como virtud, en su vocabulario no existía el "no".

Vinieron otros Alcaldes, pero el último con el que he trabajado antes de mi jubilación, ha sido mi hermano Antonio. De él no quiero hablar ni de errores ni de aciertos, pues no lo considero ético, pero lo que sí quiero decir es que creo que no ha existido ninguno que haya trabajado tanto, atendiendo todas las necesidades y a todo el público que lo haya solicitado y viajando con mucha frecuencia para intentar conseguir cosas para y por Cádiar.

Además de los Alcaldes, he compartido estos treinta y ocho años con muchos compañeros.

En mis comienzos, ya trabajaban en el Ayuntamiento el bueno de Arturo. Éste se encargaba de casi todo, mostrándose siempre, amable, disciplinado y solícito.

Continuó en el Ayuntamiento varios años después de su jubilación, haciendo como siempre su trabajo sin horario ni cortapisa alguna. Francamente dejó el listón muy alto a sus sucesores.

Con nosotros estaba Francisco "el alguacil", que pese a ser muy mayor, cumplía con su deber lo mejor que podía.

Años más tarde, se incorporó José García Jiménez, el municipal, que durante sus treinta y un años de servicio no multó a nadie. Hemos compartido muchas vivencias dentro del Ayuntamiento y fuera de él, nuestras hijas han sido grandes amigas y hasta hemos celebrado nuestras bodas de plata con nuestra promoción militar con una Jura de Bandera.

Y José Rodríguez Cañas, el encargado de la limpieza, el barrendero, trabajador incansable y que nunca dio un sinsabor a persona alguna a pesar de las peticiones de los vecinos, que en ocasiones extralimitaban su trabajo.

Carmelo Vergara Pérez, con el que he estado trabajando codo con codo durante muchos años, pasando buenos y malos ratos según lo que el trabajo nos haya deparado. Hemos procurado atender al público que ha acudido al Ayuntamiento lo mejor que hemos sabido y podido.

Todos ellos han sido excelentes compañeros y amigos.

El último funcionario que entró de compañero, José Francisco Ortega Martos, hombre cumplidor, dispuesto siempre a ayudar y de muy buen trato.

Aparte de los compañeros anteriormente mencionados, quiero destacar mi convivencia en el trabajo con Rosario Santiago Pérez, encargada de la limpieza de edificios municipales.  Se excedía en su trabajo hasta tal punto que adornaba el Ayuntamiento con las macetas y otros enseres de su propiedad.

Son muchos más los compañeros de personal laboral: encargados de servicios múltiples, auxiliares contratados, becarios, asistentes sociales, arquitectos, aparejadores, etc.,  los que han estado conmigo, a los  que no enumero porque se me podría olvidar alguno, y además la lista sería interminable.

Con todos ellos ha existido siempre respeto y compañerismo, o mejor como se dice ahora, buen rollo.

En cuanto a los vecinos del pueblo, siempre he procurado atenderlos los mejor que he sabido, involucrándome en cada una de sus peticiones, pero soy consciente que muchos de ellos han podido sentirse descontentos. A todos éstos les pido disculpas, si mi trato no ha sido correcto o de su agrado, ¡errores cometemos todos!. En este momento, me ofrezco asimismo a todos vosotros para cualquier necesidad en la que yo pueda ayudar, porque de lo que puedo presumir es de ser una de las personas que más conocen a todos los vecinos de Cádiar, Yátor y Narila.

A raíz de esto, me viene a la memoria lo que un vecino decía: "En todos los pueblos por pequeños que fueran debería haber dos curas o dos Parroquias, para que se pudiera regatear y poder decirles, ¡Poniendo yo el muerto y Vd. todo lo demás, ¿Cuánto me lleva por un entierro?!"

En mi opinión, quizá lo que si debería haber sería en cada pueblo dos Ayuntamientos, que cada vecino pudiera ir al que mejor lo atendieran. Pero como ello no será posible al menos por estas veinticuatro horas, espero que tengáis más suerte con el próximo que os atienda.

La Feria ha llegado. Esta vez con un poco de retraso, pero ya está aquí.

Antiguamente eran diferentes.

Muchos se acordaran que durante los días de Feria se llenaba todo el río de ganado, con chambaos que suplían a los bares y donde se terminaban la mayor parte de los tratos o transacciones de animales. Acudían marchantes de toda la provincia y de otras regiones.

Solían venir casi todos los años dos circos y alguno hasta tres. El cine traía al menos dos  películas para los días de feria, que alternaba hasta cuatro funciones. Casi siempre eran de Lola Flores o de Sara Montiel y alguna que otra del oeste.

Cuando coincidía  la salida del cine y la de los circos, la calle Real entre la Plaza de Arriba y la Plaza de la Iglesia se ponía intransitable del gentío. Lo llevaban a uno casi en volandas.

Las atracciones también eran diferentes. Los columpios y caseta de Tiro de Diego el de la Zubia, la turronería "La Jijonenca", las "volaeras",  los churreros de Yátor, tres o cuatro, los garbanceros de Narila, los dulceros de Ugijar, los joyeros Hermanos Caro de Berja, Trileros y algunas cosas más.

Algunos años había toros en la plaza del Cuartel o en la del Mercado.

Venía mucha gente de toda la comarca, pues todos consideraban la Feria de Cádiar como "su feria", y había varias "Alsinas" en la puerta de la fábrica de aceite que no paraban de dar viajes a todos los pueblos de la Alpujarra.

Hoy son distintas, menos gente, más bailes con orquestas, los "pinchitos", tómbolas y atracciones diferentes.

Antes de entrar en el Ayuntamiento trabajaba en un negocio familiar y repartía comestibles y otros artículos en todas las tiendas de la comarca. Un día estaba descargando en una tienda de un pueblo cercano, subido en el camión,  (entonces casi nadie llevábamos zapatos a diario), pero aquel día, de casualidad yo los llevaba. Una niña pequeña que había al pié del camión me dijo. "Anda, ¿que haces hoy con los zapatos de San Miguel puestos?".

Recientemente, en la última revisión que se hizo del Padrón de Habitantes, en vez de rellenar la hoja padronal en las casas,  trabajo my engorroso, pues la mayoría de las veces no estaba el marido en la casa o la mujer estaba cocinando y no me podía atender, iba a las casas, les pedía los D.N.I. y libro de familia y rellenaba las hojas del Padrón en mi casa. Despues tendrían que pasar a firmar la hoja por el Ayuntamiento. A un vecino me lo encontré en la calle y le dije que le tenía su hoja rellena, que se pasara a firmarla. Me dijo que si corría mucha prisa: le contesté que no, que daba igual aquella tarde, al día siguiente o después. Entonces me dijo: De aquí a cinco días que es mercado y me afeito, yo pasaré.

Os digo esto, porque la Feria, debemos hacerla entre todas las personas del pueblo. No lo pensemos mucho, pongámonos todos los zapatos de San Miguel, y afeitados o sin afeitar salgamos, no sea que los que no nos afeitamos todos los días solo salgamos el día de Santo Cristo, la feria tenemos que hacerla entre todos.

Acudamos y comamos tantos pinchos, y gastemos en los bares y atracciones todo lo que podamos, olvidándonos de la crisis durante estos días, pues ya vendrán tiempos mejores.

Del vino, alguna comida y las  entradas al baile se encarga la Comisión de Fiestas, que con mucho trabajo y esfuerzo durante todo el año, nos lo da gratuito. La paella la pone la Hermandad de Santo Cristo, y si sigue la cosa así, llegará el día que paguemos el viaje y la estancia a los forasteros para que la feria no decaiga.

No quisiera terminar sin un afectuoso saludo:

-    para todos los foráneos  que se han desplazo para estos días con el esfuerzo que ello supone,

-    para los que no han podido venir por razones de trabajo o cargas familiares

-    y un recuerdo  cariñoso para todos aquellos que nos dejaron para siempre, algunos antes de tiempo, a todos ellos, que como se suele decir en los velatorios, eran los mejores de cada familia, un afectuoso recuerdo.

Felices Fiestas a todos, aparquemos los problemas cotidianos y divirtámonos con todas nuestras fuerzas.

 

Manuel Jiménez Dumont

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