martes, 23 de marzo de 2010

NUEVA BARBERÍA EN CÁDIAR

Fuente: libro de visitas de cadiar-alpujarra.com
 
 
Recientemente han abierto una "barbería" en Cádiar. ¡Sí,...una barbería!…¡como lo oyen!
En la calle San Isidro.
Antiguamente era bastante común el que hubiera varias barberías en el pueblo, pero de un tiempo a esta parte, desde que el desaparecido "Paco Rojas" nos dejó, los hombres inevitablemente tenían que acudir a las peluquerías "unisex" para que les tomasen el pelo.

En otros tiempos las barberías eran algo más que simples centros estéticos, eran también un lugar de encuentro para los hombres, donde además de afeitarse y cortarse el pelo se dedicaban a platicar en animada charla sobre "los dimes y diretes" que circulaban por el pueblo, dicho de otra manera, era un lugar de tertulia abierto a toda clase de chascarrillos y cotilleos (deporte nacional que los hombres atribuyen siempre "injustamente" a las mujeres, pero que en cuanto tienen la menor oportunidad lo practican con el mismo ahínco y devoción que ellas).

Para dar buena cuenta de lo que estamos hablando, reproduciremos una recreación literaria de una conversación en una barbaría, que hace nuestro paisano Enrique Morón en el libro "Testimonio y Semblanza de Cádiar" en el capítulo de "Retratos y Personajes":

CONVERSACIONES EN LA BARBERÍA

-Buenas tardes, ha venido a estas horas, en que la gente echa la siesta, para charlar un rato.
-Usted dirá.
-Como sé que la barbería es gaceta de chismorreos…
-Siéntese donde quiera. Contestaré a todas las preguntas que me haga.
-Me acomodaré en el sillón. Quiero que también me pele y me afeite.
-Eso está hecho, ahora mismo empezamos.
-No me corte mucho las greñas.
-Sólo le cortaré lo poco que pueda, del resto se ha encargado ya la naturaleza.
-Ya empezamos, compadre. Menos cachondeo y vamos al asunto.
-No digo nada más que la verdad.
-Cuidado cuando me afeite, afile bien la navaja.
-Siempre la tengo afilada.
-El otro día, cuando afeitaba a Serafín Villalta, no lo estaría tanto, pues me contaron que usted le preguntó: "¿Te hago daño, Serafín?"; y Serafín, todo compungido respondió: "Más que si me estuvieras capando".
-Son exageraciones. Siempre tengo los avios en perfecto uso.
-No lo dudo, pero tenga cuidado con la cuchilla. ¿No sabe usted que los barberos eran los hombres de confianza de los reyes?
-Me lo imagino.
-Pues vamos a la cuestión: quiero que me cuente, mientras me arregla el cabello, algunos chascarrillos de los que por aquí se comentan; por ejemplo… Usted que pertenece a la banda de música, habrá tenido que conocer hechos, situaciones y personajes curiosos.
-Ya lo creo. En la banda había de todo: mucha gente formal y mucho gamberro. Un día fuimos a tocar a un pueblo y nos alojaron, como era costumbre, a mí y al otro compañero, en una casa de gente principal. A la hora de cenar nos preguntan los dueños: "¿A ustedes como le gustan los huevos, fritos o en tortilla?"; y mi compañero responde: "A mi me gustan con tajadas de longaniza".
-¡Coño!, qué cara dura tenía el tío.
-Eran malos tiempos, compadre, y estar en la música significaba que algunos días podías comer caliente. Hacíamos las fiestas de los contornos y, a veces, cruzábamos a pie el Puerto de la Ragua, para tocar en los pueblos del Marquesado. Una mañana a punto de helarnos en lo alto de la sierra, le dice un músico al maestro: "¡Quien se comiera un nabo!" Aquél músico se llamaba Manzano y era un hombre de buen temple que supo desviar la situación, casi trágica, con aquellas notas de humor.

-En algunos pueblos nos encontrábamos con Vicente el Gitano que, como usted sabe, era lañador y hojalatero. En cierta ocasión, que estaba incrustando un remache en el culo de una sartén, pasó un avión sobre su cabeza y, mirando hacia el cielo, dijo con tono exaltado: "¡Olé, lo que inventamos los mecánicos!".
-Era un hombre gracioso y buena persona.

-A otra fiesta o mercados iban muchos vendedores de Cádiar. Cristóbal Cascaracebolla estaba presente en casi todas, vendiendo el Almanaque Zaragozano. Cristóbal era un tío curioso; al terminar la guerra se trajo, de la provincia de Almería la casa a cuestas.
-Tenía gran corpulencia y corrían malos tiempos.
-Su forma de intervenir en las conversaciones era curiosa: acababa todas las frases con la palabra coño. Si te saludaba decía: "¡Hola, coño!". Si se despedía: "¡Adiós, coño!". Y si se emocionaba demasiado agregaba: "¡Coño, coño, coño!".
-¡Qué barbaridad!
-Una Vez iba yo a Almería, en el coche de un amigo, al pasar por los llanos que hay en el empalme de Jorairátar vemos avanzar, por medio de la carretera, una inmensa mole. Parecía como si todo el monte se hubiese bajado al asfalto. Mi amigo, asustado, me decía: "Un coche no es, porque no tiene ruedas. Tampoco una bestia, porque no tiene patas".-"¿Entonces qué es?" le preguntaba yo. Y estando en esta conversación. Llegamos a la altura de aquella imponente carga de tomillo, que avanza, rítmicamente, por la carretera. Asustados, nos detuvimos a su altura, y de aquella voluminosa carga salió una voz que decía: "¡Adiós coño!". Ya pueden imaginarse usted de quien se trataba.
-Tenía una fuerza colosal y era desmesurado en todas sus acciones.

-Para desmesura la de nuestro amigo Celedonio, el yatero.
-No me hable de esa criatura.
-Estaba como una regadera.
-Pero con mucha gracia. Siempre hablaba a base de comparativos. Contaba que su hermano era más bien rico que pobre y más bien malo que bueno. Una tarde que corría con un carrillo de mano, al tropezar en una piedra cayó al suelo tan largo como era; yo al ver que no deba señales de vida, me inclino junto a él y le digo: "Celedonio, ¿te ha pasado algo?". Celedonio abrió un ojo y con una pícara y sonriente mirada me dice: "Nada, que estoy más bien tumbado que pino".
-¡Qué barbaridad! ¡Qué cabeza!
-Rasúreme bien el cuello, que no quiero estar viniendo a pelarme más bien mucho que poco.
-Con el pelo que tiene no es necesario volver tan pronto.
-¡Y dale con el pelo..! Más calvo está usted, compadre, y no pasa nada.
-Lo tengo asumido. En casa de herrero.…

-Déjese de refranes y vamos al grano. No me salga por los cerros de Úbeda.
-Dígame que más le cuento.
-Lo que quiera, compadre, usted es hombre de palique.
-Quien si tenía palique era Eusebio el barbero. ¿Se acuerda de él?
-Ya lo creo que me acuerdo.
-Un día fue a pelarse D. Pepe Mendoza, el secretario del ayuntamiento, hombre de pocas palabras, como usted sabe. Eusebio le pregunta: "D. Pepe, "¿cómo quiere que le pele?" Y D. Pepe responde: "¡Callando!"
-Era un cojonazos. Lo mismo que su hijo Antonio que se pasaba las gripes con un botijo lleno de caldo y un par de tripas de salchichón colgadas de la cabecera de la cama.

-Había otro Eusebio, que fue arriero, al que Antonio Hidalgo imitaba muy bien. Él me contaba que antes de acostarse le dice a Eusebio su esposa: "¿Le has echado de comer a los gatos?" Y él responde: "Yo no, mañana no tienen que trabajar".
-Cuanto chascarrillo sabe usted. Seguro que exagera.
-Son cosas del oficio.
-¡Continúe, continúe! Pero… cuidado con el pelo.

-Quien tuvo que tener cuidado con el pelo fue Teresa Bayo. ¿Se acuerda usted, compadre?
-Ya lo creo que me acuerdo.
- Me contaba, Álvaro, que en tiempos de su juventud decidió esta mujer marchar a Granada, a lomos de caballería, para hacerse la "permanente".
-¿La "permanente"?
-Si un peinado con muchos rizos que entonces estaba de moda. Era época de feria y, como le decía, llega esta mujer a Granada, se arregla el pelo y decide volver, el mismo día por la mañana, al pueblo. Regresa al anochecer y piensa acostarse, más para no estropear tan preciados rizos, que había de lucir al día siguiente en el baile, coge de las cámaras un palo de curar longanizas y lo cuelga en su dormitorio, a la altura de la cama, para apoyar el cuello en dicha madera, con el fin de evitar el contacto de su hermoso cabello con la almohada, para mejor preservar el peinado. Al día siguiente amanece nuestra joven Angelitas con el cuello tan torcido, de una tortículis que había contraído en tan incómodo sueño, que ni la intervención del médico, ni los más eficaces masajes consiguieron enderezárselo. Ya en la verbena, pues hubo de resignarse a ir de esa guisa, los jóvenes forasteros que habían venido al baile, comentaban: "¡Pobre muchacha!, lástima que haya nacido tan deforme, con el cabello tan hermoso que tiene".
-Esa historia debe tener moraleja.
-¿Cuál es esa moraleja?
-Pues sería la siguiente:
"No fuerces de tu cuerpo la hermosura convirtiéndote en tu caricatura".
-La verdad es que está muy bien, no sabía yo que le gustase a usted hilvanar versos.
-Algunos hilvanamos de vez en cuando.
-¡Ea!, ya hemos terminado,¿Quiere usted que le eche colonia o le doy un masaje con esta loción?
-Las dos cosas, compadre, las dos cosas.
-Eso encarece algo más el afeitado.
-Habrá que ahorrárselo en vino.
-Tampoco es para tanto, compadre. Mejor será que le cobre lo de siempre. No quiero que me quede regomello y después no pueda dormir.
-¡Es usted un santo, compadre!
-Tampoco exagere.

Fuente de la Información: "Testimonio y Semblanza de Cádiar", capítulo "Retratos y Personajes" escrito por Enrique Morón.

CURSO DE INGLES-ATENCIÓN AL PÚBLICO

Fuente: libro de visitas de cadiar-alpujarra.com
 
El Ayuntamiento de Cádiar a través de concertación con la Diputación Provincial de Granada ofrecerá un curso de Inglés enfocado preferentemente para facilitar la atención al público en organismos o empresas privadas.
El curso está enfocado para desempleados.
El plazo de inscripción durará hasta el día 5 de abril en la oficina de empleo de Ugijar. Se ofertan 12 plazas.

Fuente de la Información: Ayuntamiento de Cádiar.