jueves, 27 de agosto de 2009

NUEVAS FOTOS EN CADIAR-ALPUJARRA.COM











Se han publicado nuevos álbumes de fotos en cadiar-alpujarra.com. Estos son:

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LA PATRIA DE ABÉN HUMEYA

Fuente: libro de visitas de cadiar-alpujarra.com
 
LA PATRIA DE ABÉN HUMEYA

Escapada a la comarca granadina de La Alpujarra, donde los barrancos van convirtiéndose en valles. Allí se refugió el último rey de los moriscos, de cuya expulsión se cumplen cuatro siglos

Así que ésta fue su casa, la casa de Abén Humeya, rey de los moriscos de La Alpujarra, último rey de Al-Andalus. Buena casa, sí señor. De tres alturas, puerta de madera con aldaba y herrajes, fachada encalada y sin ningún estorbo enfrente: abierta al Sur, a un océano de redondeadas montañas. Un escalón abajo, un huertecillo de tomates y pimientos; a la izquierda, el casco antiguo animado por unas cuantas palmeras; viniendo de todas partes, surgido de invisibles fuentes y acequias, el rumor del agua fresca, el rumor del paraíso.

Estamos en Válor, allí donde La Alpujarra va limando sus aristas alpinas y desembocando en el Mediterráneo clásico, donde los barrancos van convirtiéndose en valles, donde nogales, álamos y castaños van dando paso a olivos, naranjos y almendros. Es ésta "la patria de Abén Humeya", como proclama el mural que da la bienvenida al pueblo. Mural en el que, sobre fondo azul, se cruzan dos cimitarras doradas que sirven de cuenco a una corona y una media luna. Aquí, en 1568, don Fernando de Córdoba y Válor se puso al frente de la rebelión de los suyos, los moriscos granadinos, abandonó su forzado nombre cristiano y recuperó el musulmán: Abén Humeya, orgulloso descendiente de los Omeyas de Córdoba y, a través de ellos, del profeta Mahoma.

Los moriscos no podían más. En 1492 Boabdil había rendido Granada con la condición de que los habitantes del reino nazarí pudieran seguir conservando su lengua, religión y costumbres. Papel mojado: pronto se les obligó a convertirse al cristianismo, pasando a ser llamados moriscos. Pero ni aun así los conquistadores saciaron su sed de uniformidad. Querían que los granadinos hablaran castellano, renunciaran a sus baños, comieran cerdo, se vistieran como en Ávila y se olvidaran de sus fiestas o zambras. Cuando en 1568 Felipe II promulgó un nuevo edicto en esta dirección, los de la Alpujarra, su último refugio, se alzaron en armas. Abén Humeya, del que se cuenta que era muy lujurioso, se convirtió en su rey.

Ganaron los cristianos, claro. "Los nuestros", dice Abén Humeya en la biografía novelada que escribiera Carlos Asenjo Sedano, "sólo tenían dos caminos: o entregarse para la horca, o morir degollados a manos de soldados. En cualquier caso, nada de perdón y libertad". Abén Humeya fue asesinado, don Juan de Austria conquistó La Alpujarra a sangre y fuego, los moriscos fueron masacrados, las moriscas vendidas como esclavas, llegaron repobladores del Norte, se perdió la industria de la seda... Y en 1609, hace ahora 400 años, se consumó el drama con la pragmática de Felipe III que ordenaba la completa expulsión de los moriscos de todos sus reinos; lo español, una vez más, quedaba identificado por decreto con lo católico, lo conservador y lo castellano. Entre 300.000 y 500.000 personas tuvieron que abandonar su patria. Dada la población de la época, fue, señala el escritor José manuel Fajardo, "el mayor exilio de una historia, la nuestra, repleta de ellos".

Fuente de la información: "Diario el País"


A propósito del anterior artículo:
Cádiar fue, en tiempos del Al-Andalus, residencia permanente del juez principal de la Alpujarra oriental y su nombre deriva, según sus habitantes, de la palabra árabe al cadi (el juez). En época musulmana el municipio estaba formado por cinco barrios y dos anejos.
Durante la sublevación de los moriscos, en tiempos de Felipe II, fue patria de Aben-Xaguar, tío del cabecilla del levantamiento, Aben-Humeya, y responsable de su elección. El primer jefe rebelde fue coronado rey en un olivar cercano a Cádiar, y se da también la circunstancia de que fue aquí donde se urdió la conspiración que acabaría con su efímero reinado, en favor de su primo y sucesor Aben-Aboo.
Hasta el siglo XV no recibió el titulo de villa y tras la expulsión de los moriscos sufrió un éxodo masivo. Más tarde fue repoblada con colonos de otras regiones españolas.

También se cuenta que Don Juan de Austria en su visita por estas tierras se ospedo en "la posada del Cojo" (en la placeta del mesón). Todavía hoy permanece en pie dicho edificio, que en la actualidad está catálogado como "bien de interes cultural" (por su valor etnológico,arquitectónico e histórico).
El Ayuntamiento ha solicitado en reiteradas ocasiones a la Delegación de Cultura distintas subvenciones y ayudas públicas, para la compra del edificio y su posterior rehabilitación.