martes, 13 de abril de 2010

EL TESORO DEL MORO

Fuente: libro de visitas de cadiar-alpujarra.com


Hoy vamos a reproducir un artículo escrito en la revista de "La casa de Cádiar" por don Antonio Ceballos.

MITO, SUPERSTICIÓN Y MIEDO EN LA ALPUJARRA A PRINCIPIOS DEL SIGLO XVII

Todavía ruborizado por el alarde, tan inmerecido como desmesurado, que esta publicación hizo de mi persona en el número anterior, quiero dar las gracias "a quien corresponda". Creo que la mejor forma de hacerlo es tomar el teclado e intentar cumplir lo mejor posible con el pueblo de Cádiar que es el destinatario final de estas letras, espero que sigan siendo del interés de todos.

Recientemente la Editorial Universidad de Granada ha publicado, con introducción de José Mª. García Fuentes, la edición de las "Visitas de la Inquisición al Reino de Granada". Entre ellas figuran los documentos de la visita llevada a cabo por el inquisidor doctor Rodrigo de Villavicencio a las Alpujarras en 1610.

Los documentos originales se encuentran en el Archivo Histórico Nacional, Inquisición, legajo 1.953, número 93. La documentación que ofrece la obra resulta de gran interés, especialmente en el caso alpujarreño. La situación en la comarca, a principios del siglo XVII, era compleja para las autoridades civiles y peor para las religiosas puestas en la necesidad de reprimir las manifestaciones religiosas moriscas que aún se daban, con el papel añadido de velar por las buenas costumbres sociales y convertidos en garantes y represores de la moralidad establecida (muchos moriscos no salieron con la expulsión general de Felipe II, otros volvieron después e incluso los hubo de otros muchos lugares, Andalucía y Levante fundamentalmente, que acudieron a la Alpujarra al amparo de sus congéneres y de una comarca aislada y difícil de dominar mas allá de lo meramente formal). Si bien las prácticas religiosas heréticas habían descendido muy considerablemente a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI, se mantenían de forma consuetudinaria una serie de prácticas heterodoxas para los usos y costumbres cristianos (lavarse para casarse, pintarse cabellos y uñas, las zambras, intercambiarse regalos antes de la boda, particiones de herencias al modo morisco, etc.). Estaba generalizado por otra parte el mito de que los expulsados, pensando volver pronto, habían dejado sus pertenencias mas queridas enterradas para su recuperación a la vuelta. Es el mito del tesoro enterrado. Esta creencia, que perdura incluso hasta nuestros días a tan pocos años de la expulsión y con algo de verdad mezclado, era generalizada. La convicción en la posibilidad de un rápido enriquecimiento, afecta a toda clase y condición social, sigue un ritual mágico/religioso donde confluyen superstición, religión y codicia, incluso picaresca, como después veremos.

A lo anterior hay que añadir un elemento nada despreciable, el miedo. Todo el mundo sabía que eran prácticas (no la búsqueda del tesoro en sí, sino el ritual que lleva aparejado) que, cuando menos, bordeaban la legalidad, denunciables por cualquiera que lo conociese y perseguibles por el Santo Oficio (según el "Edicto de Fe" cualquiera estaba obligado a denunciar si "… ha oído decir o ha visto hacer a alguien, sea vivo o muerto, presente o ausente, palabras o actos heréticos, sospechosos, erróneos, temerarios, malsonantes, escandalosos o blasfematorios"). En este contexto y con estos ingredientes, en la visita de la Inquisición en 1610 a la Alpujarra, se presentan dos testigos ante el inquisidor visitador, Don Rodrigo de Villavicencio, para denunciar a Fray Nicolás de Hontiveros. La denuncia se fundaba en que el mayor de los testigos había solicitado del religioso que le averiguara si en determinada haza había un tesoro enterrado.
Para llevar a cabo el rito, el fraile pedía un muchacho/a de corta edad (debemos entender por su pureza), que se llamasen Juan o Marí (obsérvese la conexión religiosa con Juan el Bautista y María la madre de Jesús) y una vela de cera (objeto destinado a culto y ofrenda). Conseguidos estos elementos, el fraile agita una redoma, especie de botella de cristal, con agua y musita unas palabras en secreto (otro ritual semejante llevado a cabo en Fondón, también denunciado en estos autos, sigue el mismo ritual con ligeras variantes), a continuación hace que el muchacho mire por la boca de la vasija y le diga al oído lo que ha visto. Concluido el ritual deduce que efectivamente hay un tesoro enterrado entre dos granados de dicha haza.

La búsqueda del tesoro no se lleva a cabo en secreto ni con nocturnidad, el buscador requiere "licencia de la justicia, asistiendo dos alcaldes y un regidor y un escribano"… y curiosos. Tras una buena sesión de abrir zanja alcanzan una piedra de tales proporciones, posiblemente la roca madre del suelo, que entre todos resulta imposible de mover. En conclusión, no hay tesoro. Esta frustración, quizá mezclada con algo de ridículo, es la que posiblemente conduzca a la denuncia.

Sintiendo Fray Nicolás de Hontiveros el aliento de la Inquisición en la nuca, acude presto a Órgiva a delatarse a si mismo declarando que "un hombre que es ya defuncto y vezino de Cádiar, le había enseñado reçar de la dicha redoma para saber y descubrir thesoros encubiertos. Y que demás de aver usado della en Berja… usó también della en el lugar de Jubiles de las Alpujarras…". Fray Nicolás, con suficiente miedo en el cuerpo, hace lo que podríamos llamar una confesión completa. Relata la oración que le enseñó el difunto cadiareño: "Señor sant Juliane, quae feçistis sortes a mare et eas accepistis, per tua sanctitate et mea birginitate me muestres y declares do está, el anónimo cadiareño difunto no se había limitado a enseñarle el método de la redoma, el curso había sido completo, y le había puesto al corriente también el método de las varillas de olivo que nos resultará familiar por usarse todavía por los zahoríes para buscar agua subterránea: "… le avía enseñado el dicho difuncto que tomase dos varillas de ramo de oliva bendito, hechas ambas con sus horquillas, y que encajada la horquilla de una en otra, teniéndolas en las manos y diziendo: "Varas virgines, por las palabras y misterios con que estais benditas, me guieis donde está este thesoro, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Sancto". Y que donde las varas se ynclinasen, allí estaba el thesoro". También había usado este método en Verja y en Ugijar, pero los resultados, tanto con uno como con otro, habían sido nulos: no había forma de dar con el tan perseguido tesoro.

Finalmente Fray Nicolás confiesa "… que aquello devía de ser cosa de burla, que no avía que haçer caso dello." (siento curiosidad por saber lo que el difunto cadiareño habría obtenido del fraile a cambio de revelarle los "métodos" de búsqueda de tesoros) e intenta salvar los muebles afirmando que en el arte de las varillas y de la redoma no ve "pacto táçito ni expreso con el demonio, ni usabe dello por tal, sino con ygnorancia, entendiendo que era así lo que lo que el difuncto le vía dicho…", es decir que también lo había convencido de que aquello nada tenía que ver con la religión, precisamente a un fraile.

La sentencia, por así llamarla, del visitador inquisitorial fue benévola (desde el año 1600 solo se recaba información, el enjuiciamiento de los casos graves se traslada a otro tribunal). Tampoco era una cuestión grave y los tiempos y el descenso de causas habían suavizado el rigor primigenio, en resumen dice así: "Que se llame al tribunal y verbalmente, sin haçerle causa ni proçeso sea reprehendido y se le mande que no use más desto por la yndecencia de mezclar cosas benditas con profanas. Falta decir, en descargo de Fray Nicolás,que no pedía, a cambio de encontrar el tesoro, nada para él, sólo que una parte de lo encontrado fuese a la obra de fábrica de su convento en Granada.

Fuente de la Información: Artículo publicado en la edición nº 24 de "la revista de la Casa de Cádiar, Yátor y Narila", escrito por Don Antonio Ceballos Guerrero.

CLASES DE FLAMENCO EN CÁDIAR

Fuente: libro de visitas cadiar-alpujarra.com


Desde el pasado día 12 de abril, todos los lunes se impartirán clases de flamenco para adultos en el Ayuntamiento de Cádiar a partir de las 19 horas de la tarde (en la última planta). Los interesados en inscribirse pueden hacerlo en el lugar donde se imparten las clases.